20 de marzo de 2017

 El 10 de Abril de 2017 a las 18 horas, en el auditorium Ignacio de Loyola de la Sede de Tucumán y Callao le otorgan el título de Maestro de la Medicina de la Facultad de Medicina del Salvador al doctor Hugo Said Alume.  
No tendría valor si no viera algunas de las caras de todos ustedes (dicho por él mismo)

16 de marzo de 2017

Cuentos de beodos...borrachos...dipsómanos...

Los invitamos desde aquí a sumarse a las anécdotas sobre el tema... La primera la escribió nuestro inefable amigo Hugo Alume y la segunda al autor del blog...o sea. Juan Sáenz Cavia.
¡¡A escribir amigos...que esto no tiene desperdicio!!

El dipsómano

Mi pueblo, con un cielo estrellado y límpido. Sus calles de tierra, polvorientas, ansiosas
de agua y carentes de sereno y rocío que las humedeciera. Animadas en las noches por los grillos y los perros y el maullar de los gatos en tiempo de celo.
Y los noctámbulos a la luz de la luna.
La vieja casona paterna con aljibe para recoger las escasas aguas de lluvia. Su enorme patio para los carros tirados por mulas y los primeros camiones. Sobre un costado la leña para el horno de la panadería y en el otro costado la leña para la enorme caldera movida a vapor que daba luz eléctrica desde las 20 hrs. a las 24hrs.
El pueblo carecía de artefactos eléctricos y las heladeras funcionaban a querosén. Las clásicas Siam.
Un portón por donde accedían los vehículos, que permanecía permanentemente abierto. En uno de los costados del negocio de ramos generales los cajones de vino apilados a la sombra y los perros mansos conviviendo con todos.   
Frente a la plaza principal Crisóstomo Lafinur con eucaliptos añosos, el viejo boliche de Andino con los palenques y los criollos amarrando sus caballos y bebiendo sus cañas o ginebras y el consabido vino. Este personaje casado con una viuda de rancio origen y de fortunas heredadas, tenía un pasado signado por la violencia y una muerte a su cargo de un capataz de un tradicional almacén de ramos generales y barraca cuya casa central estaba en la ciudad de San Luis.
Había purgado su culpa y rehecho su vida.
Un día se apreciaba la ausencia de los caballos al palenque y las puertas cerradas del boliche. Andino había iniciado su compulsiva borrachera que se extendía por semanas y semanas. Dicen que a las noches como un fantasma se deslizaba en las sombras, barbudo y zarrapastroso.
Un día acicalado, vestido de fiesta y pulcramente presentable, venía a rendirle cuentas a mi padre. Don David le debo 60 botellas de vino.

Cuando había agotado las reservas de su boliche, todas las noches y sigilosamente entraba al patio de mi casa y retiraba 2 botellas de vino que contabilizaba rigurosamente mientras duraba su borrachera. Y luego como en un pacto de honor rendía cuentas a mi padre y pagaba su deuda.

Otra!!


De médicos y beodos:
Hacía mucho tiempo que había superado la etapa de pueblo para transformarse en ciudad. Ubicada en la provincia de Bs. As. En la zona pampeana y no voy a dar más datos para que no puedan ubicarla, ya que hablaremos de personajes reales.
Como sabemos en los medios rurales los médicos eran personalizados –yo soy de fulanito- y –yo no me cambio de menganito-. Eso quería decir que el médico era de 24 horas, sin feriados ni domingos.
Los médicos de esa localidad, con no poco esfuerzo habían hecho una clínica, que algunos llamaban sanatorio, término que tal vez le quedaba algo grande. Lo real es  que tenían un lugar donde ejercer, cuando los hospitales públicos del interior eran bastante deficientes. Adquirieron un nivel de complejidad bueno para la zona y solucionaban muchos problemas médicos “in situ”, sorteando complicadas derivaciones, distantes y costosas, evitando al pobre paciente lo que llamo el desarraigo sanitario, uno de los peores si hay.
 La Clínica fue haciendo un recambio generacional y llegaron las primeros residentes con su bagaje de conocimientos y práctica que le dio nuevo impulso al nivel médico local.
Estos jóvenes, pues a uno de ellos me voy a referir, tenían un concepto más despersonalizado del ejercicio profesional y consultaban abiertamente entre ellos y derivaban sin temor a otros colegas de acuerdo a su especialidad que ya hacía varios años habían llegado al pago. Aclaro acá que en épocas anteriores derivar un paciente era como un pecado de ignorancia galénica que difícilmente se perdonaba, había que seguir contra viento y marea fuera fractura, niño, embarazo, parto o difteria.
Siguiendo este progresivo y positivo avance los pacientes iban aceptando una medicina y médicos más diversificados.
Los médicos de la clínica fueron organizando las guardias y la gente se fue acostumbrando a que de noche, sábados, domingos y feriados debían concurrir a la clínica y al médico de guardia que, de acuerdo a la patología, actuaba. De esa forma pudieron descansar de noche y ser un poco dueños de sus fines de semana.
Todo está monserga viene al caso para avisar al lector de la realidad de la medicina rural y  el  cambio que se fue gestado.
El Dr. Walter Warrens, así lo vamos a rebautizar para que no pueda ser identificado, era médico de escuela. Ex jefe de residentes de cirugía de un afamado servicio, buena persona, buen cirujano, con sólidos conocimientos de clínica, honesto a carta cabal, deportista y por sobre todo serio. Ojo serio, no amargo. Cuando había que divertirse se divertía.
Una noche de sábado había una fiesta: podía ser un cumpleaños de 15, un casorio, festejar un campeonato… el motivo es lo de menos. Nuestro protagonista presente y muy enfiestado. Pasada la medianoche cae un paciente preguntando por el Dr. Warrens. El que atiende la puerta lo hace esperar y le  transmite a nuestro médico el requerimiento. Él le dice que vaya a la Cínica que lo va asistir el médico de guardia. Lleva el mensajero el informe, pero el demandante le replica que él quiere que la atienda Warrens. Otra vez el portero recorre todo el salón (para colmo estaba en el fondo). Apelando a su paciencia le responde por intermedio del ocasional comisionado, que no se preocupe, que el médico de guardia lo va atender bien y cualquier duda se la harían saber. Nuevo periplo y repetición del informe. El insistente paciente argumenta; con seguridad si le dice al Dr. quien es el que lo busca, él va a venir. Nuevo viaje esquivando parejas de bailarines y mozos con repletas bandejas. Esta vez, el tolerante y hasta ese momento divertido galeno,  por demás irritado se dirigió a la puerta del salón donde enfrentó al impaciente paciente. Este fue el breve diálogo:
-Doctor, tiene que revisarme – clamó el incordioso.
Rauda partió la respuesta  del cirujano -Si vos querés, yo te reviso, pero no te lo aconsejo porque tengo un pedo que no veo -.